Sumisa al tiempo que veo correr,
entre cimientos de hierro y piedra.
El Caos retoma su acidez,
acidez compleja llena de hileras.
Aún el río galopa entre entrañas de alboradas,
al más iluso y picaresco hicieron juez,
entorna las manos manipuladas
para poderme de nuevo coger.
Mas sigo siendo la llave que escapa,
mundo sensible, entre horas de escarcha.
Contracorriente supuse mi cuerpo,
al que todo vieron caer.
Mas la piedra hizo el fuego,
y la volvieron a encender.
Cuando ya mi cuerpo yacía
entre hierba y melancolía,
nadie supo darme la mano
para levantar de nuevo mi alegría.
Que triste los humanos...
y aquí ando, rememorando...
No perdonan mis encantos...
no oscilan entre cambios...
Pobres mentes vacías...
tanto odio y poco llanto...
Sumisa al tiempo que veo correr,
entre cimientos de hierro y piedra.
El Caos contempla la embriagadez,
esa, que me pone a prueba.
Aún me ahogan con su silencio,
intentan quitarme lo que más aprecio.
Me levanto si creen haberme robado mi aliento,
tan solo es la caída para volver a levantarme.
Aprender de los errores, el Tormento,
y volver a luchar sin callarse.
Pues de ahí, el ser Humano renace,
de las cenizas que él mismo quema,
aunque sintiendo pena,
por quienes no lo hace.
No me revelo ante mis hechos,
lo que ha sido fue y lo que no será.
De lo que soy, no me arrepiento,
guardiana de la pura verdad.
Y así lo socorre el Tiempo,
¡grandioso quienes nacen entre tus huevas!
Los momentos que se hospedan,
entre mi memoria y el silencio.
Por aquellos que creen ser, siendo lo contrario la verdad de su actitud.
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